jueves, 30 de diciembre de 2010

Particularidades de algunas tumbas del Sitio 117


PARTICULARIDADES DE ALGUNAS TUMBAS DEL SITIO 117, GUASAVE.


Trabajo  presentado como ponencia en el  III
Congreso Estatal de La Crónica  de Sinaloa.
Concordia,  2003


Hasta 1942, la frontera norte de la civilización mesoamericana estuvo fijada en Chametla, a unos cincuenta kilómetros al sur del puerto sinaloense de Mazatlán, pero en mayo de 1939 un arqueólogo de la Universidad de Pensilvania, el Dr. Gordon F. Ekholm, continuando con sus exploraciones del año anterior, excavó en un punto geográfico cercano a la ciudad de Guasave, Sinaloa, pensando que era un basurero prehispánico; al excavarlo encontró un túmulo funerario con 204 entierros prehispánicos, entre ellos 166 tumbas completas.
Los hallazgos en el sitio arqueológico catalogado con el número 117, permitieron comparar y relacionar la cultura Guasave con la del sureste, del sur y del centro de México. La bitácora del viaje de exploración del Dr. Gordon F. Ekholm en el noroeste mexicano inicia con  la visita a Mazatlán, registrado como Sitio No. 1, ubicándose  posteriormente al sur de Nogales, Sonora en La Escondida, un lugar situado a una 15 millas al sudoeste de Magdalena, sobre el antiguo camino a Cucurpe, el cual denominó Sitio No. 2. De aquí en adelante caminó hacia el sureste siguiendo la costa del Golfo de California.
En el prólogo del informe sobre las excavaciones que llevó  a cabo en Guasave, Ekholm expresó que esto es parte de un extenso proyecto del Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York para realizar una investigación arqueológica en la región costera noroeste de México, desde la frontera internacional del sur de Estados Unidos hasta el río Culiacán, donde Ekholm hace notar que la Dra. Isabel Kelly ya había realizado excavaciones, además de las iniciadas en Chametla algunos años antes, de las cuales existen croquis extraordinariamente precisos.
Durante los trabajos de campo y otras investigaciones arqueológicas y bibliográficas que realizaron Carl Sauer y Otto Brandt en 1930 acerca de las poblaciones indígenas prehispánicas del Noroeste  de México, descubrieron la presencia de insospechados desarrollos culturales, especialmente notables por sus elaborados trabajos de alfarería pintada.
El punto más alto del montículo excavado no sobrepasa un metro y medio sobre los campos cultivados y presentaba una colocación oblonga cuyo eje mayor corría de noroeste a sureste; en el norte, su borde se encontraba bien definido sin presentar cortes aparentes y en el extremo Sur se encontraron excavaciones que indicaban el intento de allanar este montículo para dedicarlo al cultivo agrícola.
En el mes de mayo de 1938, cuando el Dr. Gordon F. Ekholm  se decidió a excavar en el Sitio 117, un montículo evidentemente artificial, ubicado en la parcela del señor Ramón Valdez , el cual se consideraba un montículo artificial que probablemente fungiese como un deposito de basura y no como el sitio sepulcral que resultó a la postre con el premio mayor para el Dr. Ekholm, quien desde ese momento  elevó su rango como arqueólogo ya que de hecho encontró el punto más importante de la arqueología del noroeste de México. A partir de este descubrimiento, la frontera septentrional de la civilización mesoamericana se recorrió poco más de 400 kilómetros  al norte, ligeramente arriba del paralelo 22° 45´ latitud norte.
Los sepulcros eran bastante numerosos y dificultaban la excavación, había que tener mucho cuidado para no dañar algún de las tumbas pues había un cierto desorden en la disposición de los entierros.

Los entierros de la cultura Guasave en el Sitio 117
Los sepulcros encontrados en el Sitio 117, pueden clasificarse en dos grandes grupos:
Grupo A: Tumbas donde los cuerpos fueron sepultados dentro de una olla-urna. Este grupo se puede dividir en dos subgrupos:
Subgrupo  A-1: Ollas de barro cocido sin dibujos
Subgrupo  A-2: Ollas de barro decoradas.
Grupo B: Tumbas donde los cuerpos fueron sepultados en decúbito. Este grupo se puede asimismo dividir en:
Subgrupo   B-1: Cuerpos colocados en decúbito dorsal.
Subgrupo B-2: Cuerpos colocados en decúbito supino. Es conveniente subdividir este subgrupo en tres Sub-sub-grupos:
Sub-sub-grupo B-2-1: Cuerpos con la cabeza orientada hacia el sur. De esta clasificación solo dos tumbas tenían ofrendas de alfarería.
Sub-sub-grupo B-2-2: Cuerpos con la cabeza orientada hacia el norte.
Sub-sub-grupo B-2-3: Cuerpos con la cabeza orientada hacia el este. De esta clasificación todas las tumbas tenían ofrendas de alfarería.

Sepulturas del grupo A (entierros en ollas-urnas)
De acuerdo con el informe original del Dr. Gordon F. Ekholm los entierros en ollas urnas fue una forma alternativa de sepultar los cuerpos ya que fueron encontrados en todos los niveles de la excavación hacia el norte.
Una de las características bastante común en los entierros del Sitio 117 es que los cráneos, aún los que pertenecieron a niños, tenían una deformación frontal evidentemente artificial que les daba una apariencia de frente alta y aplanada y asimismo se encontró una gran cantidad de cráneos cuyo incisivos superiores habían sido mutilados haciéndoles surcos o perforaciones.
Los cuerpos colocados en estas ollas de barro cocido, cuyo diámetro fluctúa entro los 60 y 50 centímetros, estaban colocados indefectiblemente en posición fetal, algunos de los esqueletos muestran  que antes de colocarlos en las ollas, se les fracturaron fémures o huesos de las piernas.
Las ollas-urnas fueron fabricadas de barro compacto con poca arena; la mayoría con un pulido fino y sin decorado alguno. Algunas tenían tapadera en forma cupular, pero otras tenían un tazón claramente identificado como de uso. Por los residuos de ceniza bajo el lugar de su asiento mostraban que en su mayoría fueron quemadas en el lugar del entierro. Varias tenían algunos dibujos pero sólo una (perteneciente a la tumba 141) mostró decorado policromático.
Una serie de ollas (sepulcros 38, 39 y 46) estaban enterradas más profundamente que las demás y aparentemente estaban rodeando a un cuarto sepulcro del cual sólo se encontró la señal de una oquedad posteriormente rellenada de tierra.

Excepciones a esta constante:


Sepulcro número 20
Una olla-urna bastante grande muy cerca de la superficie: la olla tenía 60 cm. de diámetro y parecía ser un poquito plana en el fondo y los lados bastante rectos en comparación con las otras ollas encontradas. En el fondo de la olla estaba el cráneo de un niño muy pequeño y a un lado de él estaba un collar de cuentas grandes de concha el cual aparentemente no había estado alrededor del cuello del niño sino que había sido puesto por un lado del cuerpo. Las cuentas estaban ordenadas como su hubiese sido un collar de dos sartas.

Sepulcro número 46
Este entierro contenía una olla-urna con decoraciones en los costados y además, parecía que fue enterrada tiempo después de las demás urnas del nivel pues presentaba rupturas de los estratos y su alrededor estaba rellenado con una mezcla de arcilla y arena diferente al material del entorno y la urna misma estaba ubicada sobre tres piedras de cantos rodados de 20 cm. de diámetro, y colocadas sobre una capa de arena de río y formando un triángulo perfecto cuyos lados eran de 40 cm. La capa donde reposaban la olla tenía indicios de que antes de colocar la urna se había encendido fuego intenso y retirado el carbón antes de colocar la arena y las tres piedras. La osamenta estaba completamente disgregada pero por el tamaño del cráneo y los fémures se deduce que pertenecía a un hombre adulto.

Sepulcro número 141
Esta olla tenía una tapadera semiesférica bellamente decorada en su parte interior. Aparentemente se había roto al colocarla por lo que fue pegada con arcilla y sellada, tanto las grietas de la rotura como los intersticios entre la tapa y la olla, de tal forma que la tierra no penetró al interior de la urna. Los huesos estaban limpios, pero reducidos a sustancia caliza, yaciendo amontonados en el fondo de la olla. El cráneo era de un hombre adulto y mostraba la típica deformación frontal de los entierros del Sitio 117.

Sepulturas Grupo B (entierros en decúbito)
La mayor parte de los 204 entierros correspondieron a cuerpos sepultados en decúbito supino (yaciendo sobre la espalda) aunque algunos se encontraron de costado y dos en decúbito prono (boca abajo).

Sepulcro número 19
Es una tumba típica femenina, según el Dr. Ekholm: esqueleto femenino pequeño, completo con la cabeza orientada hacia el norte. La cabeza reposaba en un banco de tierra dura. Cerca de 30 cm. sobre el cráneo había una tibia perteneciente a otro esqueleto. Al lado de los pies de este esqueleto y al mismo nivel había dos tazones, uno sin decoración alguna que aparecía hacia el oeste, y el otro, en el lado izquierdo del esqueleto había otro decorado y orientado hacia el este. El hueso frontal de este cráneo estaba destruido, sin embargo claramente se notaba que presentaba una deformación que lo hacía ver como un cráneo muy plano.
Alrededor de cada uno de los dos tobillos, aproximadamente al final de la tibia, había unas pequeñas sartas de cuentas de concha, Se notaba de inmediato que habían sido colocadas en bandas paralelas; además, alrededor de cada pierna (aproximadamente 4 pulgadas arriba del tobillo) había otra pequeña banda como una sarta de cuentas del mismo tipo.

Sepulcro número 22
Entierro doble. Los esqueletos yacían en forma paralela y muy juntos en el mismo nivel pero con las cabezas apuntando hacia direcciones opuestas. El primer esqueleto, con la cabeza apuntado hacia el sur, aparentemente era femenino a juzgar por lo que quedaba del cráneo aunque no se puede afirmar pues la osamenta estaba muy destruida.
El segundo esqueleto por la consistencia de los huesos parecía de un hombre cuya cabeza estaba orientada hacia el norte. Pequeñas manchas de ocre rojo estaban sobre la clavícula izquierda, muy cerca del hombro.

Sepulcro número 29
Un entierro muy importante se encontró al centro del montículo rodeado por 18 piezas de cerámica, tazones, jarrones y otros vasos y tiestos. El esqueleto era de un hombre adulto de aproximadamente 1.70 m de estatura ubicado decúbito supino y orientado con la cabeza hacia el norte. Este esqueleto parecía haber sido destrozado antes de enterrarse pues los huesos de las piernas no estaban en su lugar sino a un lado del torso y el cráneo estaba en nivel más bajo, orientado hacia el este, pero con la parte de la cara hacia abajo.
El entierro parece haber estado sobre la superficie pues aparece en el mismo nivel que el terreno circundante. Los tiestos y tazones lo rodeaban por completo  pero en un nivel aproximadamente  30 cm. más abajo; asimismo tenía un gran número de cuentas redondas, de concha, alrededor de sus manos.
Había evidencia de que el entierro había estado techado, pues en dirección de los pies se notaba que habían estado clavados unos postes de aproximadamente 10 cm. de diámetro y sobre ellos los restos de unas vigas, lo que permite deducir que había algún tipo de cubierta o de techo sobre el cuerpo. Había un considerable número de restos de madera quemada sobre el esqueleto, sin embargo ni el esqueleto ni las piezas de cerámica mostraban signos de haber sido sometidas al fuego. También había evidencia de  que alrededor del esqueleto, hubo madera que no fue quemada pero que había desaparecido al pudrirse con el tiempo.
Aparentemente el cuerpo estuvo colocado en una pequeña plataforma de tierra y yacía sobre un entarimado de madera delgada, pues había restos de fibras vegetales debajo de la osamenta. Como se anota arriba, las piezas de cerámica rodeaban los restos pero los pues yacían en sendos tazones decorados. El cráneo mostraba una deformación del hueso frontal que se había encontrado en la mayor parte de los otros cráneos del panteón.
Las piezas eran numerosas, por ejemplo, alrededor del tobillo derecho había una banda de cuatro cascabeles de cobre de aproximadamente 2 cm. cada cascabel; un trozo de tela estaba muy bien preservado encima de estos cascabeles; la tela era verde y sobre ella había unas manchas de ocre rojo. La tela era lisa por ambos lados.
Alrededor del tobillo izquierdo había numerosas cuentas de concha en forma de dientes. Alrededor de su cabeza y sus hombros había largas sartas de pequeñas cuentas tanto de hueso como de concha, labradas con mucho cuidado pues estaban perfectamente redondeadas y las perforaciones exactamente en el centro y en forma bicónica. Otras cuentas de este mismo tipo fueron encontradas esparcidas sobre el esqueleto lo que nos dice que probablemente eran adornos del vestido que cubría el cuerpo.
Por un lado del esqueleto estaba un pequeño cuenco lleno de polvo blanco. En el lado izquierdo había dos pequeños recipientes con ocre rojo, uno era un pequeño plato redondo, plano; el otro, también pequeño, era semiesférico. En el húmero izquierdo había varios brazaletes de concha, algunos manchados con ocre rojo y sobre el esqueleto había dos hojas de obsidiana y dos grandes discos de concha.
A ambos lados de la osamenta había dos cráneos-trofeo, que habían sido individualmente descarnados antes de colocarlos, puesto que estaban pintados con ocre rojo; el primero estaba ubicado debajo de la parte superior de las piernas, el otro debajo de la parte correspondiente al torso.
Una daga de hueso estaba sobre el fémur derecho y con los huesos de la mano derecha rodeando la empuñadura; había también una gran cantidad de cuentas redondas de concha alrededor de esta mano. Debajo y a los lados del cuchillo ceremonial había una capa de ocre rojo.

Tumba número 89
La osamenta de este entierro yacía en decúbito supino, identificada como de sexo femenino, su cráneo estaba inclinado a la izquierda, no así su mandíbula, la cual estaba en su posición original. Estos restos pertenecían, indudablemente, a una persona importante por la profusión de ofrendas y joyas que lo acompañaban.
Una gran cantidad (“muchas” dice Ekholm) de pulseras y sartas de cuentas cubrían sus brazos, colocadas del codo a la muñeca ordenadamente dos sartas de cuentas redondas separadas por una de cuentas alargadas de concha hasta llenar el brazo. En la muñeca izquierda tenía una pulsera de ocho cuentas de turquesa. Bajo el cráneo, que descansaba sobre una capa de cuentas de concha, había un collar con grandes cuentas de pirita, un par de aretes de turquesa y además cuatro cascabeles de cobre.
Se acompañaba de los siguientes artículos: un jarrón globular de alabastro, un jarrón alto color rojo, un jarro pequeño rojo, un tazón tripoidal rojo-ante Guasave, un tazón tripoidal policromo y una jarra pequeña policroma. Todos estos recipientes mostraban huellas de haber contenido substancias perecederas, posiblemente alimentos. Por último, una ristra de 19 pulseras de concha labradas con figuras estaba colocada en línea con el cuerpo.
Muchas de las osamentas de este panteón no pudieron ser conservadas pues el lugar presentaba una gran humedad por su proximidad con el río Sinaloa lo que hizo que los huesos se desintegraran por lo que la fecha aproximada de los entierros ha podido determinarse gracias a la clasificación de la cerámica que acompañaba a la mayor parte de los cuerpos sepultados aunque es posible que hoy puedan datarse con mayor precisión apoyándose en los adelantos técnicos auxiliares de la arqueología actual.
El informe de las excavaciones realizadas por el Dr. Gordon F. Ekholm sigue proporcionando material para los arqueólogos, sin embargo quienes necesiten investigar y trabajar con los objetos de esta misteriosa civilización prehispánica deberán remitirse al Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York donde se guardan y exhiben la mayor parte de los objetos encontrados en el Sitio 117.
Como se ve en este somero análisis de la disposición y contenido de algunas de las tumbas del Sitio 117, es indudable que en terrenos de Guasave correspondientes al valle del río Sinaloa, por lo menos durante cuatro siglos, existió un pueblo que desarrolló una civilización muy adelantada.
Este panteón presenta tal variedad en la forma de sepultar a los muertos que implica la existencia de una cultura cuyo desarrollo fue muy rápido como se desprende de la cerámica depositada como ofrenda, la cual es de simple barro cocido encontrada en los entierros más antiguos, la cual corresponde al periodo Huatabampo (800 d.C.), a una manufactura que avanza conforme las sepulturas aparecen más recientes, pasando por cerámica pulida, a la bicolor del Guasave red-on-buff y culmina en las policromías Cerro Isabel que pueden fecharse en el año 1250.
Los decorados, que asombraron al Dr. Gordon Ekholm su descubridor, por la complejidad de algunos de sus diseños, los emparenta plenamente con la mixteca de Puebla y Oaxaca mientras que otros dibujos, exquisitamente elaborados los remite a contenidos de códice adelantando la opinión que, más que objetos religiosos, le parecen manifestaciones artísticas.
La existencia, además, de objetos de cobre y alabastro, elaborados con técnicas jamás descubiertas en la región prueba por otra parte que los moradores de Guasave tenían contacto con otros pueblos, tanto del norte como del sur.
Como consideración final se puede decir que los entierros más recientes revelan un real culto a los muertos y la certeza, desprendida del lujo de los entierros femeninos que, dentro de esta civilización, la mujer recibía un trato de igualdad respecto a los hombres.


Bibliografía:

 EKHOLM, Gordon F. "Excavations at Guasave, Sinaloa, México”  Volumen XXXVIII  de los Documentos  Antropológicos del Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos, Nueva York, USA. 1942

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