martes, 22 de marzo de 2011

Una nueva mirada al templo de Nío, Guasave.

UNA NUEVA MIRADA AL TEMPLO DE NIO, GUASAVE. 

                                                                    Trabajo publicado por la Secretaría de Educación  Pública y Cultura del 
                                                                                       Estado de Sinaloa en la revista  “Enlace” No. 30 de Junio de 2004.

En la región del valle de Guasave existen dos construcciones en ruinas, edificadas evidentemente por los férreos misioneros jesuitas de negra sotana, entre los años 1591, fecha de la llegada de la Compañía de Jesús a Sinaloa y 1767, año en que la Orden fue expulsada de las posesiones españolas.
La primera y más antigua “Misión de Pueblos”, es la de Nío (Pueblo Viejo), construida de ladrillo pegado con argamasa, de la cual queda en pie parte de la pared norte y la capilla occidental que conserva la bóveda de media naranja típica de las construcciones jesuíticas.
La segunda está constituida por lo que ha quedado de las paredes de un templo ubicado en el centro del poblado de Nío, llamado en un tiempo “Pueblo Nuevo de Nío” para diferenciarlo del asentamiento humano denominado “Pueblo Viejo de Nío”, ubicado alrededor del lugar en donde estuvo la misión. Durante décadas se ha afirmado, bajo el sustento único de la tradición oral, que las ruinas de esta edificación corresponden a un templo que los jesuitas dejaron sin terminar cuando fueron expulsados de México.
No tengo noticias de que se haya encontrado un sustento documental que confirme esta versión y todo se funda en especulaciones. Sin embargo, considerando la magnitud de la gran misión de San Felipe y Santiago de Sinaloa en la ciudad de Sinaloa de Leyva, la cual fue terminada en 1635(1) y cuya planta arquitectónica está evidenciada por los cimientos que están surgiendo como resultado de las excavaciones realizadas por el INAH a partir del día primero de noviembre de 2002, por inferencia puede deducirse que el templo de Nío fue abandonado por los jesuitas completamente terminado y que probablemente el clero regular lo tomó a su cargo haciendo el revestimiento de piedra caliza en fecha posterior a 1767.
De las órdenes religiosas que en Nueva España se encargaron de la evangelización de los indígenas, la última en establecerse fue la Compañía de Jesús. El primer grupo de esta corporación llegó a la ciudad de México en 1572.
Ante los continuos fracasos de los españoles en su intento por dominar a los indios cahitas (Yoremem) por medios militares, el gobernador de la Nueva Vizcaya, Rodrigo del Río de la Loza, decidió, en 1589, llevar a cabo la conquista de la provincia de Sinaloa por otros medios: las misiones. Para lograr este propósito, solicitó al virrey y al superior provincial de la Compañía de Jesús que enviara religiosos a evangelizar a los cahitas (2).  La solicitud fue aceptada por la Compañía de Jesús, y el 6 de julio de 1591 llegaron a la Villa de San Felipe y Santiago los sacerdotes jesuitas  Gonzalo de Tapia y Martín Pérez. Para iniciar esta tarea fundaron la primera misión jesuita en el noroeste de las posesiones españolas del continente americano y con ella, una nueva etapa en la historia de Sinaloa.
Una de las primeras decisiones que se tomaron, fue establecer dos zonas de trabajo. En su relato de la conquista de Sinaloa, Antonio Ruiz nos dice: “… Luego se repartió entre los dichos padres la visita y conversión de estos naturales. El padre Gonzalo de Tapia se fue a Ocoroni y el padre Martín Pérez tuvo a su cargo el Opochi y los pueblos de este río Cuviri, Bamoa y Petatlán y habiendo visto bien el padre Gonzalo de Tapia los puestos de este río y los de Ocoroni, resolvió hacer casa y asiento en Ocoroni, y así lo empezó a hacer por obra(3).”
El padre Tapia fue a México y dejó encargada la misión al padre Pérez a quien auxiliaron los padres Juan Bautista de Velasco y Alonso de Santiago, todos pertenecientes a la Compañía de Jesús, según relata el escribano Ruiz.
La noche del 10 de junio de 1594, el padre Gonzalo de Tapia murió a manos de un cacique y brujo llamado Nacabeba y el padre Martín Pérez, se hizo cargo de la misión de Sinaloa, recibiendo poco después el auxilio de los SS. JJ. Martín Peláez y más tarde, Hernando de Santarén y Hernando de Villafañe. Para entonces, es decir, por lo menos un año antes del martirio del padre Tapia a manos de Nacabeba, el padre Martín Pérez había creado la misión adlatere de Nío como “Pueblo de Misiones” el cual tenía a Guasave y Tamazula como “Pueblos de visita.”
Uno de los pueblos de misiones más destacado fue el poblado de Nio (Pueblo Viejo) que absorbía todo el esfuerzo hispano. Excepto los datos referidos por el padre Martín Pérez en su Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa y sus Cartas Anuas, así como la “Relación” del capitán Juan Ruiz, escribano militar, pocos datos se tienen de Guasave de finales del siglo XVI. Sin embargo, el Dr. Raúl Cervantes Ahumada asevera que el padre Hernando de Villafañe estableció en Guasave, no en la fecha de su fundación sino tiempo después, una escuela misional para capacitar a algunos sacerdotes que misionaban en el noroeste. Datos que valdría la pena confirmar en los registros de la Compañía de Jesús, ya que fue hasta finales del siglo XVII, cien años después, cuando el padre Eusebio Kino abrió misiones en Baja California y la Baja Pimería.
Nuevas luces aparecen sobre el templo en ruinas ubicado en el poblado de Nío, municipio de Guasave, el cual, supuestamente fue dejado inconcluso por los jesuitas cuando fueron expulsados de la Nueva España en 1767. En una visita que realizó a Guasave el 10 de febrero de 2002 Michael Mathes(5), doctor en historia, catedrático de Historia Mexicana en la Universidad de San Francisco y que ha investigado la historia colonial del noroeste de la Nueva España y las Californias en Pueblo Viejo y el citado templo, recogió elementos para opinar, con probada autoridad, que los jesuitas dejaron los dos templos completamente terminados: uno en Pueblo Viejo y otro en el poblado de Nío. Posteriormente estos pasaron a manos de otras órdenes religiosas o tal vez al clero secular, en perfecto estado de uso y en consecuencia, su destrucción fue posterior a la fecha en que los jesuitas salieron de México.
Para reforzar estos datos, Se tiene la certeza que a fines de la década de 1870, este templo todavía conservaba su techumbre, de acuerdo con el relato de don Miguel C. Castro, famoso compositor Guasavense nacido en Nío en 1869, quien relató en varias ocasiones que en 1878, siendo un niño de nueve años, estando en la sacristía del templo en compañía del sacerdote que habría de celebrar una misa, escucharon un gran estruendo proveniente de la nave principal, cuyo techo, reblandecido por el agua proveniente varios días de copiosas lluvias, se había derrumbado hacia el interior del mismo(6). Considerando el prestigio y seriedad del señor Castro, jamás se ha puesto en duda la veracidad de este relato que nos fija la fecha en que la techumbre del templo se desplomó y que desmiente las afirmaciones de que el edificio jamás se terminó de edificar.

Las razones para decir que el templo de Nío fue terminado antes de que la Compañía de Jesús fuera expulsada de la Nueva España son las siguientes: 

Uno: Dato básico para afirmar que los padres jesuitas habían ya terminado el templo del poblado de Nío antes de abandonar la Nueva España es el recubrimiento de cantera. Si se exceptúa las construcciones de bloques de piedra, esto no se iniciaba jamás si la construcción del templo no se había terminado y, en el caso presente, la construcción presenta indicios de haber estado completamente recubierta con losas de cantera.
Dos: El templo tiene, bajo el recubrimiento de losas de cantera, una estructura de ladrillo pegado con mortero igual que el edificio de Pueblo Viejo.
Tres: El recubrimiento de piedra del muro frontal no es una estructura de carga.
Cuatro: Los restos de las paredes de bloques de piedra del interior están junto a otras paredes de ladrillo de piedra y de adobe, típicos de las construcciones jesuitas.
Cinco: Excepto la llamada Misión Madre jesuita en el Noroeste, la de San Felipe y Santiago de Santiago de Sinaloa, cuya construcción de piedras es obvia por estar construida en una zona rocosa, no son de piedra ninguna de las construcciones que dejó la Compañía de Jesús al Norte del río Sinaloa comenzando con el referido edificio de la misión de Pueblo Viejo.
Seis: El recubrimiento de piedra caliza de la entrada principal no ostenta el tradicional monograma de Jesús, típico en los templos de la Compañía, ya que por ese tiempo, los jesuitas carecían de escudo propio. Sobre el dintel de la entrada frontal está esculpida una imagen de la Virgen de Guadalupe advocación de María que era poco usual entre los jesuitas.
Siete: El derrumbe de sus techos podría deberse a una falla en sus vigas, de la misma forma como se quedó sin techumbre la misión de Pueblo Viejo, emplazada tan sólo a unos centenares de metros, lo cual echa por tierra la hipótesis que atribuye a inundaciones la caída del techo de la misión pues no existen datos fidedignos que registren una inundación a niveles tan altos. Sin embargo, es posible que alguna de las fuertes tormentas que cíclicamente se abaten sobre la región, haya afectado las vigas y losetas del techo debilitándose y propiciando su derrumbe.
Estoy seguro que estas reflexiones habrán de suscitar alguna polémica ya que, aparte de la Dra. Bargelini, cuyas investigaciones son del orden estético, no he encontrado noticias de que se haya investigado la historia de este templo remitiéndose a fuentes documentales fidedignas. Por otra parte, en términos generales, las personas prefieren aferrarse a sus mitos y creencias aunque sean ilógicas y poco sustentables y prefieren rechazar las verdades históricas cuando estas las apartan de la cómoda posición de aceptar pasivamente aquello que no les hace pensar y menos razonar. Queda la tarea a los historiadores locales realizar investigaciones en fuentes documentales confiables y dejar a las imaginaciones lugareñas las leyendas y los mitos

BIBLIOGRAFIA

1  BARGELINI, Clara. La Arquitectura Religiosa en Sinaloa. Estudio documental. UNAM, instituto de Investigaciones Esteticas. México. Siglo XXI. 1992. pp111-121.

2  ORTEGA NORIEGA, Sergio. Breve Historia de Sinaloa. Fideicomiso Historia de las Américas. El Colegio de México. Fondo de Cultura Económica. México. 1999.

3   RUIZ, Antonio. Relación de Antonio Ruiz. (Notas de Antonio Nakayama) Archivo de la Nacion. Edición “Colección de Documentos para la Historia de Sinaloa”. Coedición COBAES/CEHNO,A.C. 1992.  p. 58

4 PEREZ, Martín, S.J. Cartas de Sinaloa, en SAUER, Carl, Distribución de la Tribus y Lenguas Aborígenes del Noroeste de México. Edit. Siglo XXI. México. 1998.

5  MATHES, Michael. Disertación In situ sobre el templo de Nío. Grabación magnetofónica, 10 de febrero de 2002.

6  CASTRO  Vda. De Gámez, Jesús. El Templo de Nío. Crónica. Revista Presagio No. 42, Diciembre de 1980.


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