lunes, 29 de noviembre de 2010

Martín Pérez Quiroga y Ponce de León, SJ, Fundador de Guasave

EL  PADRE   MARTÍN PÉREZ S. J., FUNDADOR DE GUASAVE. SIN.

                                                                                            Trabajo  que, con la denominción “Nuevos datos
                                                                                 históricos sobre el padre Martín Pérez S. J.”, obtuvo  el
                                                                                 Segundo Lugar en la mesa de Historiografía del XXVIII
                                                                                 Congreso   Nacional   de  la   Asociación   Nacional  de
                                                                                 Cronistas de Ciudades Mexicanas,  A. C. celebrado en
                                                                                 la ciudad de Toluca, Mex. del 26 al 30 de julio de  2005.
                          

El Dr. en Derecho Raúl Cervantes Ahumada, ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, hombre extraordinario, distinguido jurista, preclaro profesor universitario, literato y poeta, escribió en 1942, un ensayo atribuyendo la fundación de Guasave, Sinaloa, al padre Hernando de Villafañe SJ.

Aparentemente irrefutable, el documento del maestro Cervantes Ahumada habla sobre la vida del esforzado jesuita fijando la fecha de la citada fundación en mayo de 1595.

El trabajo del Dr. Cervantes no cita fuentes bibliográficas ni documentales, se sustenta solamente en la autoridad de un jurista maestro, hombre de letras, investigador acucioso, pero no historiador.

Este trabajo fue publicado en mayo del mismo año por la Asociación de Agricultores del Río Sinaloa Poniente, con sede en Guasave, con el título de “Hernando de Villafañe, Fundador de Guasave” y reimpreso en 1995.

Sin tratar de pasar por encima de las afirmaciones de Cervantes Ahumada, se puede decir que el ensayo ofrece solo una biografía del padre Hernando de Villafañe; a quien atribuye la creación de una “misión modelo” establecida en Guasave y, aunque es indudable su estadía en Guasave, pueblo del valle del río Sinaloa también conocido como río Petlatlán, correspondiente a la Misión de San Felipe y Santiago de Sinaloa, en donde permaneció cerca de tres décadas, es necesario dar a conocer nuevos datos acerca de por lo menos un sacerdote jesuita, el padre Martín Pérez, quien misionó desde 1592 en el poblado indígena que hoy es la ciudad de Guasave, Sinaloa.

Esto se deriva de descubrimientos históricos posteriores al ensayo de Cervantes Ahumada, entre los que podemos citar los dos siguientes:
Uno.- La Relación de Antonio Ruiz; una prolija crónica sobre la región del Valle del río Sinaloa la cual abarca desde la fundación de la Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa el 30 de abril de 1583, hasta el año de 1596, en que está fechada la Relación a que hago alusión.  La Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, fue el asentamiento de la primera misión jesuita en el Noroeste de México, la cual fue fundada en 1591 por los sacerdotes jesuitas Gonzalo de Tapia y Martín Pérez.

Dos.- La Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa en 1601, encontrada por Edmundo O’Gorman y publicada el año de 1945 en el Boletín del Archivo General de la Nación Tomo XVI, No.2, p. 175-194, bajo el nombre de Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa en 1601.

La Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa en 1601, se tuvo por anónima hasta mediados de la década 1990, cuando el Dr. don Luís González Rodríguez y la Dra. Carmen Anzures y Bolaños publicaron un estudio comparativo entre la llamada “carta anónima”.

En su trabajo, los maestros González y Anzures concluyen que la Relación puede atribuirse al padre Martín Pérez, SJ, ya que tienen “… una similitud de estilo y contenido que muestran el ser tan solo un autor el que escribió estas crónicas” pues sus textos fueron contrastados contra los siguientes documentos:

I) Carta en latín, del 1 de diciembre de 1591, la cual aparece dentro de la Carta Anua del 1590-1591 (ZAMBRANO, Francisco, Diccionario bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús, MEXICO, JUS, 1971 Tomos IX y XI p. 482-483)

II) Carta Annua de 1591, fechada en Puebla de los Ángeles el 12 de abril de 1592, firmada por el provincial Pero Díaz, (ZUBILLABA, Félix. Monumenta Mexicana, 1590-1595, Tomos IV y V. p. 350-354. Roma. 1971. Instituto Histórico, S. I.)

III) Carta Annua de 1592, Firmada en México por el provincial Pero Díaz el 31 de marzo de 1593 (ZUBILLABA, Félix. Monumenta Mexicana, 1590-1595, Tomos IV y V. Roma. p. 86-96.1973, Instituto Histórico, S. I.)

IV) Carta del padre Gonzalo de Tapia, SJ, al padre general Claudio Aquaviva, fechada en Sinaloa, el uno de agosto de 1592. (ALEGRE, Francisco Javier. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de la Nueva España, edición de Ernest J. Burrus y Félix Zubillaga. Roma. Instituto Histórico, S.I.

Algunos antecedentes:

La Villa de San Juan Bautista de Carapoa, fue fundada el 24 de junio de 1564 por el conquistador Francisco de Ibarra y  hasta el tercer cuarto del siglo XVI, el asentamiento hispano más septentrional de la costa del Pacífico, dentro del territorio habitado por la Nación Cahita, pueblo semi nómada, libre y orgulloso unificado por lengua y costumbres. Quince años después, el poblado había sido abandonado por los pioneros españoles ante la hostilidad de los naturales de la región.

El capitán Pedro de Montoya, quien acompañara a Francisco de Ibarra en su exploración al Norte de México en 1554, fue enviado por el gobernador de la Nueva Vizcaya, Hernando de Trejo y Carvajal al frente de 30 hombres de a caballo y armados de arcabuces, con órdenes de recuperar los territorios del norte de Sinaloa, De Montoya decidió crear un nuevo poblado en un sitio mejor ubicado.

Así, el antiguo soldado de Ibarra fundó la Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa el 30 de abril de 1583. Ese mismo día, don Pedro de Montoya cambió el nombre de la corriente fluvial denominada Petlatlán por los indígenas imponiéndole la de Río Sinaloa. El nombre indígena aún se sigue utilizando como denominación alterna del Río Sinaloa.

Testigo de estos hechos fue el soldado Antonio Ruiz, quien el año anterior se había incorporado a la partida comandada por Montoya. Antonio Ruiz hijo de Juan Ruiz, integrante de las tropas que llegaron a Sinaloa bajo las órdenes de Francisco de Ibarra, había tomado las armas a temprana edad pues las crónicas hablan de “un muchacho de 14 ó 15 años”, que se integró a las huestes del conquistador zacatecano en 1568.

Este personaje ha cobrado especial relevancia para la historia de la colonización sinaloense por haber escrito una de las más precias crónicas de la conquista material y espiritual del norte de Sinaloa. Esta crónica cubre la etapa de 1584 a 1596.

Ruiz, bajo los auspicios de la Compañía de Jesús, refiere en su relación que
Don Pedro de Montoya sucumbió en un enfrentamiento contra los indígenas.
Consecuentemente el gobernador de Sinaloa Hernando de Bazán, hombre de carácter difícil y vengativo, armó dos expediciones punitivas. La primera atacó los pueblos del valle del río Sinaloa, diezmando la población aborigen; no satisfecho con estas acciones,  extendió su brazo armado hasta algunos asentamientos del Valle del Yaqui, en lo que hoy es Sonora los cuales no tenían ninguna conexión con la muerte de Pedro de Montoya.

Esto creó un odio profundo de la nación Cahita, pobladora de la región contra los conquistadores y, cuando la segunda expedición, de 18 soldados al mando de Gonzalo Martínez se internó en las tierras del Petlatlán, fueron atacadas y aniquiladas en una masacre equiparable a la batalla donde Pedro de Montoya perdió la vida.

Tras estos lamentables hechos, cinco familias que todavía habitaban la Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, hicieron el intento de regresarse a Culiacán en busca del amparo del Gobernador, pero fueron conminadas a permanecer en el poblado bajo amenaza de pena de muerte si abandonaban la plaza.

En 1589, don Rodrigo del Río de la Loza fue nombrado gobernador y, en vista de que por la fuerza de las armas no había podido conquistarse esta región, en 1590, el gobernador Rodrigo del Río y Loza pidió al virrey don Álvaro Manríquez de Zúñiga, religiosos  que pudieran lograr con la persuasión y bondades de la religión, lo que los arcabuces y espadas no habían conseguido. Atenta a la invitación, la Compañía de Jesús tuvo la atingencia de enviar a Sinaloa dos de sus sacerdotes: Gonzalo de Tapia y Martín Pérez para fundar lo que sería la primer misión jesuita en el occidente de México.

El padre Gonzalo de Tapia (1561?-1594), originario de la provincia de León en España, había llegado a México en 1584 destinado a Pátzcuaro, Michoacán; en 1588 fue cambiado a Guanajuato, de donde se trasladó a Zacatecas y de ahí a Sinaloa.

El padre Martín Pérez, (1560-1616) criollo nacido en la Hacienda mineral de San Martín en la Nueva Vizcaya, la cual en la actualidad pertenece al municipio de Poanas, Durango, se ordenó sacerdote el uno de octubre de 1588. A partir de esa fecha fue asignado a la misión chichimeca donde permaneció entre los indios pames de San Luís de la Paz, hasta mayo de 1591, cuando fue enviado a Sinaloa donde permaneció hasta su muerte.

La pareja misional llegó a Culiacán bajo los peores auspicios pues la Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa subsistía en forma precaria. Rescato de la Relación de Juan Ruiz la fecha de llegada a tierras del Petlatlán: “los padres entraron en estas provincias el año de noventa y uno a los principios del mes de junio….”

 De la misma Relación, rescato el siguiente dato: “Luego se repartió entre los dichos padres la visita y conversión de estos naturales. El padre Gonzalo de Tapia se fue a Ocoroni y el padre Martín Pérez tuvo a su cargo El Opochi y los pueblos de Cubiri, Petatlán y Bamoa…”

Sigue Ruiz: “En este tiempo, habiendo venido a este tiempo los padres Juan Bautista de Velasco y Alonso de Santiago,… acordó el padre Gonzalo de Tapia ir a la ciudad de México a dar cuenta y razón de esta tierra al padre provincial … quedando en esta provincia y con nosotros los padres Martín Pérez, Juan Bautista de Velasco y Alonso de Santiago de la Compañía de Jesús, quedándoles a cargo los indígenas de Ocoroni y al padre Martín Pérez los de este río.”
Con estos antecedentes de nuevo me remito al estudio de los maestros Luís González Rodríguez y María del Carmen Anzures y Bolaños sobre la llamada Carta Anónima donde expresan lo siguiente: “O’Gorman consideraba en 1945 (el documento), como anónimo, aunque señalaba que podía ser su autor Martín Pérez o Juan Bautista de Velasco, ni tomaba en cuenta a ningún otro de los misioneros que estuvieron en Sinaloa (la Villa de San Felipe y Santiago de…)  los diez primeros años de su existencia”.

Al respecto los autores del estudio señalan que: “además de los argumentos que señalamos antes acerca de la autoría de la relación de 1601 por Martín Pérez: Para 1601, fecha de la Relación de Sinaloa y del primer decenio de la misión jesuítica en ese lugar 1591-1601, radicaron ahí ocho sacerdotes y un hermano coadjutor. Estos fueron: Gonzalo de Tapia, Martín Pérez, Juan Bautista de Velasco, Pedro Méndez, Hernando de Santarén, Alonso de Santiago, Bartolomé de Hermosa. Hernando de Villafañe y el hermano coadjutor Francisco de Castro. Por distintas causas para 1601, ya no estaban Tapia, muerto por los indios, Santarén que pasó a Topia y Tepehuanes Alonso de Santiago y Bartolomé de Hermosa quienes regresaron a territorios de la Compañía de Jesús en el centro de México. Quedaban pues, como posibles candidatos a ser el autor de esta relación, tres padres y un hermano, a saber: Pérez, Velasco, Villafañe y el hermano Castro”.

“A Méndes no lo consideramos posible autor por ser portugués y no tener un completo dominio del castellano. Villafañe tampoco por su reciente llegada, en 1596, y no tener el cúmulo de conocimientos geográficos, etnográficos y de evangelización que supone el texto del escrito. Del hermano castro no se sabe que tuviera una afición especial por escribir. Velasco podría ser el autor, tanto por el tiempo que llevaba en Sinaloa, desde 1592, como de su afición a escribir pues se conocen de él varias cartas y relaciones. Sin embargo no creemos que esta relación haya sido escrita por él porque ese mismo año tuvo que redactar una larga crónica acerca de la expedición a Chínipas realizada por Méndes y Martínez de Hurdaide”.
De lo citado anteriormente se desprende que el padre Hernando de Villafañe llegó a Sinaloa en 1596, un año después de mayo de 1595, fecha señalada por Cervantes Ahumada como la de fundación de Guasave.

Por lo tanto, y sin tratar de desvirtuar la labor realizada durante tres décadas el por el padre Hernando de Villafañe en Guasave y pueblos aledaños, considerando la evidencia de que el padre Martín Pérez designó a Guasave como pueblo de visita en 1592, estimo que debe exaltarse la figura de este sacerdote como pionero en la catequización de Guasave, Sinaloa.




BIBLIOGRAFIA

ALEGRE, Francisco Javier. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de la Nueva España, edición de Ernest J. Burrus y Félix Zubillaga. Roma. Instituto Histórico, S.I.

GONZALEZ, José. Historia del Presidio y Misión de San Felipe y Santiago de Sinaloa 1583-1769.  COBAES. 1998.

LOPEZ ALANÍS, Gilberto. Nuestra Señora de Sinaloa 1601. Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa. Culiacán Sinaloa. 2005.

OBREGON, Baltasar de. Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España. Sría. De Educación, Departamento editorial. México.1924.

PEREZ, Martín, S.J. Cartas Anuas 1592-1593.  Archivo General de la Nación.

RUIZ, Antonio. Relación de Antonio Ruiz, Archivo General de la Nación.  Edición “Colección de documentos para la historia de Sinaloa” Coedición COBAES/CEHNO, A.C. Notas de Antonio Nakayama.

ZAMBRANO, Francisco, Diccionario bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús, MEXICO, JUS, 1971 Tomos IX y XI p. 482-483

ZUBILLABA, Félix. Monumenta Mexicana, 1590-1595, Tomos IV y V. Roma. p. 86-96.1973, Instituto Histórico, S. I.

ZUBILLABA, Félix. Monumenta Mexicana, 1590-1595, Tomos IV y V. p. 350-354. Roma. 1971. Instituto Histórico, S. I.

Petatlán o Petlatlán

PETATLÁN   NO;   PETLATLÁN  
CONSIDERANDO LAS CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL GUASAVE PREHISPÁNICO, ES POSIBLE QUE SU NOMBRE NO HAYA SIDO PETATLÁN SINO PETLATLÁN.
Manuel de Atocha Rodríguez Larios
Cronista de Guasave

En 1938 el arqueólogo norteamericano Gordon F. Ekholm(1) excavó un panteón prehispánico ubicado en Chorohui comunidad situada a unos tres kilómetros al Sur de la actual ciudad de Guasave, Sinaloa. Este punto arqueológico, registrado por el Dr. Ekholm como “Sitio 117”, rindió 204 entierros. 166 eran sepulcros humanos que contenían decenas de piezas de cerámica, centenares de objetos de barro cocido, concha tallada, piedra labrada y casi cien objetos de cobre fundido. En este universo de piezas prehispánicas el Dr. Ekholm obtuvo 155 piezas completas de cerámica; algunas de ellas bella y prolijamente policromadas, las cuales clasificó dentro de un complejo cultural indígena que floreció entre los años 800 y 1450 dC.
   
La Cerámica Guasave fue depositada en el Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York, en EE. UU, donde los estudiosos de la antropoarqueología precolombina se basaron en el parentesco de estas piezas arqueológicas con las elaboradas en diferentes regiones del México prehispánico para fundamentar la hipótesis de que el período en que se desarrolló la cultura Guasave abarcó un lapso claramente definido: se inició a fines del período Clásico Superior y terminó en el Postclásico Inferior de las Culturas Mesoamericanas. Con estos datos, la frontera norte de la civilización mesoamericana, establecida hasta entonces en Chametla, se reubicó en Guasave.

     Las aportaciones técnicas a la manufactura de los tiestos, los pigmentos del decorado y la factura  de los dibujos plasmados en la cerámica Guasave, han permitido demostrar sin lugar a dudas, que las piezas arqueológicas del sitio 117 fueron fabricadas en el propio lugar y de ninguna manera elaboradas en las apartadas regiones de donde muestran una clara  influencia. Diseños específicos como el llamado "Plato con Dios Emplumado", o el "Platón Insecto" y colores como el “Guasave Red” (Rojo Guasave) y el "Guasave Red-on-Buff" (Rojo sobre Crema Guasave) todos ellos típicos de la Cerámica Guasave son prueba de haber sido fabricadas en este mismo sitio, puesto que no se han encontrado colores ni diseños iguales bajo otras culturas, pero sí es evidente que presentan similitudes muy marcadas de las manifestaciones artesanales correspondientes a las culturas aludidas por lo tanto su interrelación o por lo menos su contacto está indudablemente demostrada en la marcada influencia sobre la cerámica  de la Cultura Guasave.
    
A la luz de los recientes estudios presentados por John P. Carpenter(2) sobre la Cerámica Guasave, los cuales fueron realizados sobre el diagnóstico inicial del Dr. Ekholm en la clasificación de la cerámica del Sitio 117 y, además, el hallazgo de vasijas y fragmentos en las exploraciones realizadas de 1995 a 1996 por Joel Barraza y de fragmentos encontrados en 1998 por Enrique Soruco y María de los Ángeles Heredia; confirman la ausencia de puntas de flecha en los entierros descubiertos por Ekholm en 1938. Esta singularidad del material arqueológico guasavense permite establecer la hipótesis de que los habitantes de la región del valle bajo del río Sinaloa en la época que corresponde al panteón del Sitio 117, no pertenecen a un pueblo de guerreros sino de gente pacífica dedicada a la agricultura. Siguiendo la misma línea permite, igualmente, establecer la presunción de que la región de Guasave constituía un centro de confluencia comercial entre los pueblos de las culturas del Sur y Sureste de México y los pobladores del Noroeste de la Nueva España (hoy Sudoeste de los Estados Unidos de Norteamérica).

     No sería mucho aventurar, considerar una hipótesis demostrable a la luz de los avances en la clasificación de la cerámica prehispánica y los descubrimientos arqueológicos en el centro del país a partir de 1938, que la Cerámica Guasave fuese testimonio de una depurada actividad artística más que la elaboración de objetos de uso diario o para propósitos específicamente rituales, una interesante propuesta del Dr. Ekholm, quien expresó esta posibilidad en las conclusiones de su informe publicado en 1942 bajo el título de "Excavations at Guasave, Sinaloa, México"

     Continuando dentro de este paisaje, nos es dable remitirnos a los trabajos de Miguel León Portilla(3) y del Dr. Gonzalo Armienta Calderón(4). Estos autores nos introducen en notables peculiaridades de la organización sociopolítica de los aztecas y de este panorama rescatamos como dato histórico el nombre de los recintos donde se almacenaban los tributos colectados por los recaudadores (calpixqui) quienes depositaban estos bienes en lugares de concentración denominados Petlacalli a cargo del Petlacálcatl (Señor de la Casa de los Tercios).

     Si bien el arqueólogo sinaloense Bernardo Téllez Soto considera que los aztecas no llegaron a incursionar en el Norte de Sinaloa durante el período de la Cultura Guasave correspondiente a los hallazgos del Dr. Ekholm en el Sitio 117, siempre será válido proponer que su influencia socioeconómica pudo haber trascendido hacia Guasave durante el florecimiento de este centro cultural, como punto de convergencia comercial como propone Carpenter, quizá en el período transcurrido entre 1450, umbral proximal de la Cerámica Guasave y 1519, inicio de la invasión hispánica a los dominios aztecas.

     Es concepto generalmente aceptado que los conquistadores españoles del siglo XVI conocieron bajo el nombre de Petatlán al área donde se asentaba la tribu indígena guasave; “... El padre Gonzalo de Tapia se fue a Ocoroni y el padre Martín Pérez tuvo a su cargo El Opochi y los pueblos de Cubiri, Bamoa y Petatlán...”(5). Actualmente la ciudad de Guasave, Sinaloa se encuentra ubicada en parte de esta zona. Con el mismo nombre se designaba, asimismo, el río sobre cuyas márgenes se asentaban diversas poblaciones prehispánicas entre las que se pueden citar Tamazula, Nío, Bamoa, Cubiri, Opochi, Baburía, Bacubirito. Esta corriente fluvial fue denominada "Río Sinaloa" por el capitán don Pedro de Montoya a partir del 30 de abril de 1583 fecha misma que el férreo conquistador fundara el Presidio de San Felipe y Santiago de Sinaloa; población donde más tarde (1591) se asentaría la primer misión jesuita del noroeste, sobre las márgenes de la  citada corriente fluvial(6).

     Partiendo de que el vocablo náhuatl "petatl" (petate), se traduce unívocamente como "estera de palma tejida", y "tlán" es un sufijo locativo, no hay duda que el toponímico Petatlán tiene el significado de “Lugar de Petates(7). Es muy importante hacer notar que una de las variantes de los petates, que se tejen con tiras de carrizo y no de palma, servían comúnmente (y todavía son utilizadas en poblados rurales de Sinaloa) como paredes en las casas habitación; sin embargo el uso de este material en las construcciones no fue una característica específica de los pobladores yoremmes (cahitas) del valle actual río Sinaloa sino de todos los pueblos de origen mayo que habitaron el territorio del Sinaloa prehispánico(8).

     Ahora bien, como una consecuencia de las excavaciones arqueológicas en la zona de Guasave, y el trabajo de Carpenter en su re-análisis del conjunto mortuorio desde una nueva perspectiva político-económica de los sistemas de intercambio establecidos sobre el modelo azteca-pochteca, partiendo del informe sobre las piezas arqueológicas extraídas por el Dr. Gordon F. Ekholm al excavar en el Sitio 117; se contempla la posibilidad, que este nombre pudiese derivar de la raíz "petla" (caja), y no "pétatl", (estera de palma).

     Entrando en la segunda parte de nuestra propuesta debe hacerse hincapié dentro de este contexto, en la frecuente distorsión fonética y gramática de los toponímico y patronímicos indígenas por parte de los soldados españoles que participaron en la conquista del continente americano. Este fenómeno lingüístico puede ser tomado como anillo de vinculación entre las deformaciones provenientes de la ignorante soldadesca peninsular que proyectaba, en forma de desprecio, su incapacidad para comprender las lenguas autóctonas habladas por los pueblos dominados y la forzosa entronización del castellano que aceleró artificialmente el proceso de transculturación de las civilizaciones sojuzgadas durante las conquistas hispanas en los siglos XVI y XVII.

La falta de respeto y comprensión a que nos referimos fue una norma general la cual originó que muchos de los nombres tanto de poblaciones y accidentes orográficos e hidrográficos como de personajes del mundo de la literatura, política, religión y ciencia prehispánicas, fueran transcritos y citados en actas, cartas de relación, documentos y relatos históricos, distorsionados bajo grafías que alteraban el vocablo original y que por lo tanto no reflejaban con  exactitud las etimologías que constituían sus referentes. Esto ocurrió quizá por dificultad para pronunciar la compleja fonética de los idiomas nacionales o tal vez por incapacidad de apreciar su riqueza gramatical: recordemos el eufónico toponímico Quauhnáhuac cuyo poético significado:"lugar cerca de los bosques"(9) fue sustituido por “Cuernavaca”, de zafias reminiscencias.

 No es necesaria una gran imaginación para comprender que la ruda soldadesca peninsular privilegiaba fácilmente el vocablo "petatl: estera de palma", sobre la sutil connotación y difícil pronunciación de "petla: tomar con rudeza"(10) que como extensión se aplica al concepto de "tributo"; idea que, indudablemente, escapaba a la prosaica mentalidad militar poco enterada de la estructura socioeconómica de los pueblos prehispánicos. Al amparo de estas  reflexiones, es fácil llegar a una conclusión: a los soldados que integraban las tropas expedicionarias hispanas les fue muy cómodo trastocar el complejo vocablo petlatl por el de petatl cuyo uso era muy común en un lenguaje que comenzaba a hibridizarse en las hablas castrenses, pues los petates (petatl) constituían sus lechos habituales durante las campañas realizadas en la conquista de México.

     Sustentada en estas consideraciones, se propone la siguiente hipótesis: El nombre prehispánico de Guasave no fue Petatlán ("Lugar de petates") como suele afirmarse sino Petlatlán de petlatlcalli ("Lugar donde se almacenan los tributos")

BIBLIOGRAFIA

1.- EKHOLM, Gordon F. "Excavations at Guasave, Sinaloa, México” 1942

2.- CARPENTER, John P. "El Ombligo en la Labor, Nuevas Perspectivas del Sitio de Guasave”

3.- LEON PORTILLA, Miguel "Los Antiguos Mexicanos a Través de sus Crónicas y Cantares” FCE. 1977.

4.- ARMIENTA CALDERON, GONZALO "El Proceso Tributario en el Derecho Mexicano” Tesis Doctoral.

5.- RUIZ, ANTONIO "La Conquista de Sinaloa” (La Relación de Antonio Ruiz, 1583-1596). Anotada y comentada  por  el historiador don  Antonio Nakayama. COBAES/CEHNO A.C. 1992

6.- GONZALEZ, JOSE  "Historia del Presidio y Misión de San Felipe y Santiago de Sinaloa 1583-1769" COBAES 1998

7.- OLEA HECTOR R. “Los Asentamientos Humanos de Sinaloa”. UAS. 1980.

8.- BUELNA, EUSTAQUIO  “Compendio Histórico, Geográfico y Estadístico del Estado de Sinaloa, 1877” Reimpresión. U.A.S.

 9.- CABRERA, LUIS “Diccionario de Aztequismos”.

10.- SIMEON, Rémi. “Diccionario de la Lengua Náhuatl o Mexica”  Ed. Siglo XXI, 1977.

Síntesis histórica

SÍNTESIS HISTÓRICA DE GUASAVE

Manuel de Atocha Rodríguez Larios
Cronista de la ciudad


El nombre

Se ha discutido mucho el significado y origen de la palabra “Guasave”. Don Héctor R. Olea, sin dar más explicaciones le atribuye el significado de Sementera; Cervantes Ahumada el de “Milpa en cerco” cuyo significado tampoco documenta. El historiador sinaloense Sergio Herrera y Cairo, por su parte, estima que Guasave (Huazaba) significa Heredad-con-agua, de “huaza” traducido como “heredad ” y “ba” con el significado de “agua”, vocablos encontrados en el libro “Arte de la Lengua Cahita (1), escrito a fines del siglo XVI por el padre Juan Bautista de Velasco, SJ. y reeditado en 1890 por el licenciado Eustaquio Buelna.

La prehispania

Los antecedentes prehispánicos del municipio de Guasave, cuyo territorio está ubicado en la baja cuenca del río Petatlán, (denominado Río Sinaloa por Pedro de Montoya en 1583), constituye uno de los enigmas más interesantes de la historia del noroeste de México, pues a lo largo de los últimos 50 kilómetros de esta corriente fluvial se han encontrado suficientes elementos arqueológicos para establecer que durante el período Azteca II de la civilización mesoamericana, un  pueblo de avanzada cultura de tipo agrícola se aposentó en una superficie no menor a las 20 mil hectáreas de este territorio.

El enigma arqueológico de Guasave

 En 1938 el arqueólogo norteamericano Gordon F. Ekholm excavó un panteón precolombino en un punto distante 4 kilómetros al poniente de la ciudad de Guasave el cual fue registrado en los mapas arqueológicos de Meso América como Sitio 117. El contenido de esta necrópolis permitió encontrar un resquicio por donde atisbar tras la cortina de misterio que oculta la civilización que precedió al pueblo yoreme y habitó los fértiles campos guasavenses en un período que, basándose en la evolución de su cerámica, se ubica aproximadamente entre el año 800 y el 1450 de nuestra era. Con base en estos descubrimientos, Guasave, desde 1942 año en que el Dr. Ekholm publicó su informe denominado Excavations at Guasave, Sinaloa, México, marca la frontera septentrional de la civilización mesoamericana. Las piezas arqueológicas de barro encontradas en los entierros son jarras, platos, tazones, ollas y otros objetos todos bellamente decorados; muchos de estos presentan dibujos que han podido identificarse como similares a los mostrados en la cerámica de las culturas de la meseta central mexicana, incluyendo la teotihuacana, la tarasca y las culturas de Oaxaca e Hidalgo. Objetos de cobre, (cascabeles, anillos y placas), concha labrada, piedra y tejidos de algodón, forman un verdadero tesoro que muestra el adelanto de los ancestros guasavenses. Entre los objetos encontrados, un jarrón, finamente labrado en alabastro es similar a otro  encontrado en la isla de Sacrificios, Veracruz (2).
Cuando las tropas hispanas llegaron por primera vez al Norte de lo que hoy es Sinaloa, se sorprendieron de la forma como los pobladores autóctonos cultivaban sus campos y tenían una estructura social claramente determinada, lo cual, cuatrocientos cincuenta años después pudo identificarse como la herencia cultural del antiguo pueblo que vivió en las márgenes del río Sinaloa y que, dedicándose  a  la agricultura como lo prueba la diversidad de objetos encontrados en el Sitio 117, especialmente su extraordinaria cerámica policromada, la cual solo pudo ser elaborada en el seno de un pueblo agrícola poseedora de alto nivel de civilización.

Los cahitas (Yorem’mem)   
Las tribus que habitaban las planicies localizadas en la cuenca baja del río Sinaloa han sido clasificadas, por la estructura de las lenguas que hablaban a los pueblos de origen Yuto-azteca. Carl O. Sauer (3) afirma que la lengua cahita se hablaba desde el río Mocorito al la región de Cumuripa en el río Yaqui, basado en los testimonios de las cartas anuas jesuíticas, en el testimonio anónimo del juicio contra Nuño Beltrán de Guzmán, las cartas de relación del capitán Antonio Ruiz y la crónica de Baltasar de Obregón. El mismo Sauer anota que cinco leguas debajo de la Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, vivían los guasaves cuyo idioma difería, pero que sus intérpretes  entendían sin muchas dificultades, de lo cual se deduce que simplemente hablaban un dialecto del cahíta. Aquí cabe una aclaración: los pobladores autóctonos el valle del río Sinaloa  fueron llamados “cahítas” por  los conquistadores españoles, pero sus descendientes, los indígenas que actualmente habitan en el norte de Sinaloa rechazan esta denominación y declaran que el  auténtico  nombre de su pueblo es el de “yoremme”.  Existen muchas versiones acerca de esta etnia, lo cierto es que el padre Martín Pérez, S. J. Nombró a Guasave pueblo de visita de la Misión de Nío (4), lo que nos indica que para fines de 1592 era una comunidad integrada a la administración de la Compañía de Jesús.   

Primeros españoles en el territorio de Guasave
No existe prueba documental, pero de acuerdo con las fechas en que la expedición enviada por Hernán Cortés al mando del capitán Diego Hurtado de Mendoza (emparentado con el primer virrey de México don Antonio de Mendoza) salió de Acapulco bordeando el litoral sinaloense, los primeros españoles deben haber estado en las tierras del Petatlán alrededor del año de 1532 (5), sin embargo, habiendo perecido Hurtado de Mendoza y demás autoridades de la expedición, no se pueden datar con precisión (6) y aunque Sauer (7) nos dice que el primer español que tuvo contacto con los naturales de las tierras sinaloenses al norte de Culiacán valle del río fue Juan de Samaniego alcalde del conquistador de Sinaloa de Nuño Beltrán de Guzmán, tuvo que venir tropa al mando de Diego de Guzmán ya bien entrado el año de 1533 para tener una fecha cierta y, en 1536, con la llegada de Álvar Núñez Cabeza de Vaca a tierras sinaloenses (8) puede tenerse la seguridad de que Bamoa fue el primer asentamiento fundado por españoles en las márgenes del Río Sinaloa el cual, por cierto, fue poblado con el grupo de indígenas névomes(*), es decir habitantes de la pimería baja, que acompañaban al célebre conquistador (9). Juan (o Lope) de Samaniego impuso el nombre de “Petatlán” (**) al río que treinta años después, el capitán Pedro de Montoya, cambiaría esta denominación por la de “Río Sinaloa” al refundar la villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa el 30 de abril de 1584.

Fundación de Guasave

El Ayuntamiento de Guasave 1993-1995 presidido por el MC Alberto López Vargas, con base en un ensayo histórico del Dr, Raúl Cervantes Ahumada publicado en 1942, declaro oficialmente al sacerdote jesuita Hernando de Villafañe como fundador de Guasave.  El padre Villafañe, a quien se le atribuye este hecho en el mes de mayo de 1595, tuvo una larga y fecunda estadía en Guasave.
Sin embargo, las investigaciones históricas han avanzado a raíz de los descubrimientos de nuevas pruebas documentales y existe la probabilidad de que Guasave no haya sido fundado en 1595 sino en 1592, puesto que en la “Relación de Juan Ruiz” se reconoce la comunidad  de Guasave como centro poblado dependiente de la misión establecida por los sacerdotes jesuitas Gonzalo de Tapia y Martín Pérez en San Felipe y Santiago de Sinaloa; por lo cual es posible fechar que, unos dos años antes del martirio del padre Tapia a manos de Nacaveva, el padre Martín Pérez creó la misión adlátere de Nío como “Pueblo de misiones” el cual tenía a Guasave y Tamazula como “Pueblos de visita” (10).
El antecedente histórico de este dato es el siguiente: el 6 de julio de 1591, llegaron a la villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa los padres Gonzalo de Tapia y Martín Pérez, S. J. según relata el escribano Antonio Ruiz  los cuales de inmediato resolvieron “Luego se repartió entre los dichos padres la visita y conversión de estos naturales, el padre Gonzalo de Tapia se fue a Ocoroni y el padre Martín Pérez tuvo a su cargo el Opochi  y los puestos de este río Cubiri, Petatlán y Bamoa y habiendo visto bien el padre Gonzalo de Tapia los puestos de este río y los de Ocoroni, resolvió hacer casa y asiento en Ocoroni”.
El padre Tapia fue a México y dejó encargada la misión al padre Pérez a quien auxiliaron los padres Juan Bautista de Velasco y Alonso de Santiago, todos pertenecientes a la Compañía de Jesús, según relata el escribano Ruiz.
La noche del 10 de junio de 1594, el padre Gonzalo de Tapia, SJ. murió a manos de un cacique y brujo llamado Nacaveva y el padre Martín Pérez, S. J., se hizo cargo de la misión de Sinaloa, recibiendo poco después el auxilio de los SS. JJ. Hernando de Santarén y Juan Bautista de Velasco, para entonces, el padre Pérez ya había establecido su pueblo de misiones en Nío.

La Colonia
La colonia fue un periodo muy obscuro para Guasave pues la misión jesuita establecida en el poblado de Nío (Pueblo Viejo), absorbía todo el esfuerzo hispano.  Excepto los datos referidos por el padre Martín Pérez (11) en su relación y sus cartas anuas, así como la “Relación”  del capitán Juan Ruiz, escribano militar, pocos datos se tienen del Guasave de finales del Siglo XVI, sin embargo el Dr. Raúl Cervantes Ahumada asevera que el padre Hernando de Villafañe estableció en Guasave, no a la fecha de su fundación sino tiempo después, una escuela misional para capacitar a algunos los sacerdotes que misionaban en el noroeste; datos que valdría la pena confirmar en los registros de la Compañía de Jesús, ya que fue hasta finales del Siglo XVII cuando los jesuitas, a través del padre Eusebio Kino abrieron misiones en Baja California y la Baja Pimería.

Barcos fabricados en Guasave

 D. Pedro Porter de Casanate, fue nombrado  Capitán General de la provincia de Sinaloa del 11 de Marzo de 1647, ostentando esta  responsabilidad hasta el 8 de Noviembre de 1651. En 1635 don Pedro había obtenido licencia del Marqués de Cadereita, Virrey de México, para reconocer las costas del mar del Sur y hacer observaciones, a su costa y gasto, con nuevos instrumentos. En 1647 fabricó en la boca del río Sinaloa los navíos  “Nuestra Señora del Pilar“ y el “San Lorenzo“, con los cuales se empleo en 1648 y 1649 en reconocer y demarcar las costas e islas del Golfo de California (12). De esta expedición dio muy cumplido informe al Conde de Alba de Aliste, Virrey de México
Cincuenta años después, el Almirante Isidro de Atondo y Antillón arribó a la misión de Nío (Pueblo Viejo) al mando de una escuadra que traía órdenes de llevar al padre Francisco Eusebio Kino a fundar misiones en la Baja California. Para lograr su propósito el almirante Atondo fabricó en la referida misión tres embarcaciones dos fragatas: la almiranta bautizada San José y San Francisco Javier, la capitana llamada La Concepción y una balandra, cuyo nombre no se ha podido constatar. El 28 de octubre de 1682, zarparon rumbo a las californias.
Durante la estadía del padre Kino y el almirante Atondo en la misión de Nío, Kino escribió de Guasave: “La iglesia de Guasave, río abajo, era un templo célebre cuya imagen de la Virgen era una de las más hermosas que ojos humanos hayan visto(13).

Guasave a través de las divisiones territoriales y políticas (14)
En el año de 1564 el territorio del municipio de Guasave, pertenecía a la provincia de Sinaloa, dependiente y sujeta a la Alcaldía Mayor de San Felipe y Santiago de Sinaloa, del reino de la Nueva Vizcaya. Los límites de la provincia eran el Río Mocorito al sur y al Norte no había límites pues las tierras estaban por conquistar.

 Alrededor de 1560,  Guasave tenía 700 habitantes, Bamoa 300, Nío 250 y Tamazula 450, como se ve, era una región pobre y escasamente poblada y transcurrido un siglo, es decir para 1662, su población apenas se había duplicado. En estas fechas los misioneros jesuitas tenían ya 70 años por lo que este atraso debe intrigar a los historiadores ya que es un hecho plenamente demostrado que la Compañía de Jesús mantenía en sus misiones un eficaz sistema administrativo  el cual proveía controles que aseguraban su desarrollo sustentable.

Guasave tendría que esperar hasta bien entrado el Siglo XX para obtener reconocimiento de independencia económica.

A mediados del siglo XVIII el territorio sinaloense estaba dividido políticamente en tres Provincias: Chametla, Culiacán y Sinaloa, pero, la  provincias de Sonora y la de Ostimuri fueron incorporadas a una sola gubernatura con cabecera en la Villa de San Felipe y Santiago.

Sinaloa quedó pues dividido en 5 provincias: Rosario, Maloya, San José de Copala, Culiacán y Sinaloa; a esta última pertenecía Guasave y así permaneció integrado a la alcaldía mayor de San Felipe y Santiago de Sinaloa con poblados de Bamoa, Ocoroni, El Fuerte, Ahome, San Miguel Zapotitlán, Choix y Guasave.

Al implantarse en1786 las Intendencias, un nuevo sistema de subdivisión política, las Provincias del actual Estado de Sinaloa unidas a las de Sonora pasaron a formar la Intendencia de Arizpe.  Guasave, con Álamos, El Fuerte y Sinaloa formó el Partido de Sinaloa.

El Congreso de la Unión declaró en 1823 la división de la intendencia de Arizpe y quedaron separadas y autónomas las provincias de Sonora y Sinaloa, pero poco duró esta independencia ya que en 1824 quedaron nuevamente integrados en una nueva unidad política al decretarse la creación del Estado Interno de Occidente.

La Constitución de 1825, fue sancionada por la Legislatura del Estado de Occidente que no fue afectado en su división política excepto que la denominación de Partidos, por Departamentos, lo cual no afectó a Guasave.

En 1830, desapareció definitivamente el Estado Interno de Occidente, en virtud de lo cual Sonora y Sinaloa se convirtieron en entidades libres y soberanas integradas a la Federación; Sinaloa definió once Distritos entre ellos el Distrito de Sinaloa con cabecera en la antigua villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, al cual siguió perteneciendo Guasave.

Para 1868 el Distrito de Sinaloa contaba con dos Ayuntamientos, uno en Bacubirito y el otro en Sinaloa, éste último formado con la Alcaldía de su nombre y las de Nío, Bamoa, Guasave y Tamazula.

Para 1873 la división política era la siguiente: Alcaldía de Bamoa formada por las Celadurías de Bamoa, Orba, Portugués, Zopilote y Sanaria; Alcaldía de Nío, formada por las Celadurías de Nío,  Pueblo Viejo, Gambino, San Sebastián y Caimanero; Alcaldía de Tamazula formada por las Celadurías de Tamazula, Amole, El Pitahayal, La Brecha, Las Higueras y Babarasa  y Alcaldía de Guasave formada por las Celadurías de Guasave, San Pedro, Jesús María, Guasavito, San Rafael, Ocoro y Bajoro. El censo de las alcaldías era el siguiente: Bamoa 1,493 habitantes; Guasave, 1407 habitantes; Nío 1059 habitantes y  Tamazula 2,755 habitantes.

En 1877, las Alcaldías de Guasave, Nío, Bamoa y Tamazula, pertenecientes al Distrito de Sinaloa son elevadas a la categoría de municipalidades y, en 1880 un nuevo decreto convierte las  Alcaldías en Directorías Políticas; así, Guasave pasó a ser Directoría pero un nuevo movimiento en 1892 la suprime y se  integra a la Directoría de Sinaloa.

En 1903, la Alcaldía de Guasave, perteneciente al  Distrito de Sinaloa crece al segregarse de la Alcaldía de Los Mochis, Distrito de El Fuerte, los poblados de Bachoco y Baturi que son integrados a la Celaduría de Ocoro.

La  Ley de Municipalidades del Estado de Sinaloa contenida en el decreto No. 21, emitido en 1912 entra en vigor en 1915. Esta ley establece once municipios para el Estado; Guasave queda como sindicatura del Municipio de Sinaloa.

Por fin, de acuerdo con el artículo 5° de la Constitución Política del Estado de Sinaloa, por decreto del 30 de noviembre de 1916, publicado en el Periódico Oficial del 5 de diciembre de ese mismo año, el General Ángel Flores, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Sinaloa, separa a Guasave del Municipio de Sinaloa y lo eleva a la categoría de Municipio  libre señalando como fecha de inicio de operaciones el día 1 de enero de 1917. Fue primer presidente municipal el señor don Francisco P. Ruiz (15), quien recibió los poderes de parte de don Lucas Bojórquez, último prefecto de Guasave(***).
La antigua villa de Guasave fue elevada a la categoría de ciudad por medio del decreto número 118 de la XLI Legislatura de Sinaloa en agosto de 1954, siendo gobernador del Estado el Dr. Rigoberto Aguilar Pico, presidente municipal Jesús Castro García y diputado del quinto distrito Fidencio Orozco.


BIBLIOGRAFIA

1)    VELAZCO, Juan Bautista (De). Arte de la lengua Cahita. DIFOCUR
2)        EKHOLM Gordon.  Excavations at Guasave. Museo Nacional de Historia Natural de        
        Nueva York. 1942 (Informe)
3)    SAUER, Carl, Distribución de las tribus y las lenguas aborígenes del noroeste
            de  México. 1998, Edit Siglo XXI.
4)    RUIZ, Antonio. Relación de Antonio Ruiz, Archivo General de la Nación.  (Edición
       “Colección de documentos para la historia de Sinaloa” Coedición
       COBAES/CEHNO, A.C. Notas de Antonio Nakayama.)
5)    HERRERA Y CAIRO, Sergio. Bajo un Macapule.
6)    NAKAYAMA, Antonio. Sinaloa un Bosquejo de su Historia
7)    SAUER, Carl, Distribución de las tribus y las lenguas aborígenes del noroeste de
            Mexico. 1998, Edit Siglo XXI.
8)    CABEZA DE VACA, Álvar. Naufragios. 1957. Ed. Austral.
9)    SAUER, Carl, Distribución de las tribus y las lenguas aborígenes del noroeste
            de  México. 1998, Edit Siglo XXI.
10)   RUIZ, Antonio. Relación de Antonio Ruiz, Archivo General de la Nación.  (Edición
       “Colección de documentos para la historia de Sinaloa” Coedición
       COBAES/CEHNO, A.C. Notas de Antonio Nakayama.)
11)   PEREZ, Martín, S.J. Cartas anuas 1596-1  Archivo General de la Nación
12)   HERRERA Y CAIRO, Sergio. Bajo un Macapule.
13)   BOLTON, Herbert Eugene. Los confines de la Cristiandad
14)   MONOGRAFÍA DE GUASAVE.  Dirección de Estadística y Estudios Económicos;
    Gobierno del Estado de Sinaloa. 1990.
15)   HERNÁNDEZ  RUBIO, Ramón. Guasave, Historia de un Pueblo.

N O T A S

*      Grafía de Herbert E. Bolton Los confines de la Cristiandad.

**    Ver en esta mísma página el ensayo “Petatlán o Petlatlán”.

***   Ver en esta misma página la lista de presidentes municipales de Guasave.