lunes, 29 de noviembre de 2010

Petatlán o Petlatlán

PETATLÁN   NO;   PETLATLÁN  
CONSIDERANDO LAS CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL GUASAVE PREHISPÁNICO, ES POSIBLE QUE SU NOMBRE NO HAYA SIDO PETATLÁN SINO PETLATLÁN.
Manuel de Atocha Rodríguez Larios
Cronista de Guasave

En 1938 el arqueólogo norteamericano Gordon F. Ekholm(1) excavó un panteón prehispánico ubicado en Chorohui comunidad situada a unos tres kilómetros al Sur de la actual ciudad de Guasave, Sinaloa. Este punto arqueológico, registrado por el Dr. Ekholm como “Sitio 117”, rindió 204 entierros. 166 eran sepulcros humanos que contenían decenas de piezas de cerámica, centenares de objetos de barro cocido, concha tallada, piedra labrada y casi cien objetos de cobre fundido. En este universo de piezas prehispánicas el Dr. Ekholm obtuvo 155 piezas completas de cerámica; algunas de ellas bella y prolijamente policromadas, las cuales clasificó dentro de un complejo cultural indígena que floreció entre los años 800 y 1450 dC.
   
La Cerámica Guasave fue depositada en el Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York, en EE. UU, donde los estudiosos de la antropoarqueología precolombina se basaron en el parentesco de estas piezas arqueológicas con las elaboradas en diferentes regiones del México prehispánico para fundamentar la hipótesis de que el período en que se desarrolló la cultura Guasave abarcó un lapso claramente definido: se inició a fines del período Clásico Superior y terminó en el Postclásico Inferior de las Culturas Mesoamericanas. Con estos datos, la frontera norte de la civilización mesoamericana, establecida hasta entonces en Chametla, se reubicó en Guasave.

     Las aportaciones técnicas a la manufactura de los tiestos, los pigmentos del decorado y la factura  de los dibujos plasmados en la cerámica Guasave, han permitido demostrar sin lugar a dudas, que las piezas arqueológicas del sitio 117 fueron fabricadas en el propio lugar y de ninguna manera elaboradas en las apartadas regiones de donde muestran una clara  influencia. Diseños específicos como el llamado "Plato con Dios Emplumado", o el "Platón Insecto" y colores como el “Guasave Red” (Rojo Guasave) y el "Guasave Red-on-Buff" (Rojo sobre Crema Guasave) todos ellos típicos de la Cerámica Guasave son prueba de haber sido fabricadas en este mismo sitio, puesto que no se han encontrado colores ni diseños iguales bajo otras culturas, pero sí es evidente que presentan similitudes muy marcadas de las manifestaciones artesanales correspondientes a las culturas aludidas por lo tanto su interrelación o por lo menos su contacto está indudablemente demostrada en la marcada influencia sobre la cerámica  de la Cultura Guasave.
    
A la luz de los recientes estudios presentados por John P. Carpenter(2) sobre la Cerámica Guasave, los cuales fueron realizados sobre el diagnóstico inicial del Dr. Ekholm en la clasificación de la cerámica del Sitio 117 y, además, el hallazgo de vasijas y fragmentos en las exploraciones realizadas de 1995 a 1996 por Joel Barraza y de fragmentos encontrados en 1998 por Enrique Soruco y María de los Ángeles Heredia; confirman la ausencia de puntas de flecha en los entierros descubiertos por Ekholm en 1938. Esta singularidad del material arqueológico guasavense permite establecer la hipótesis de que los habitantes de la región del valle bajo del río Sinaloa en la época que corresponde al panteón del Sitio 117, no pertenecen a un pueblo de guerreros sino de gente pacífica dedicada a la agricultura. Siguiendo la misma línea permite, igualmente, establecer la presunción de que la región de Guasave constituía un centro de confluencia comercial entre los pueblos de las culturas del Sur y Sureste de México y los pobladores del Noroeste de la Nueva España (hoy Sudoeste de los Estados Unidos de Norteamérica).

     No sería mucho aventurar, considerar una hipótesis demostrable a la luz de los avances en la clasificación de la cerámica prehispánica y los descubrimientos arqueológicos en el centro del país a partir de 1938, que la Cerámica Guasave fuese testimonio de una depurada actividad artística más que la elaboración de objetos de uso diario o para propósitos específicamente rituales, una interesante propuesta del Dr. Ekholm, quien expresó esta posibilidad en las conclusiones de su informe publicado en 1942 bajo el título de "Excavations at Guasave, Sinaloa, México"

     Continuando dentro de este paisaje, nos es dable remitirnos a los trabajos de Miguel León Portilla(3) y del Dr. Gonzalo Armienta Calderón(4). Estos autores nos introducen en notables peculiaridades de la organización sociopolítica de los aztecas y de este panorama rescatamos como dato histórico el nombre de los recintos donde se almacenaban los tributos colectados por los recaudadores (calpixqui) quienes depositaban estos bienes en lugares de concentración denominados Petlacalli a cargo del Petlacálcatl (Señor de la Casa de los Tercios).

     Si bien el arqueólogo sinaloense Bernardo Téllez Soto considera que los aztecas no llegaron a incursionar en el Norte de Sinaloa durante el período de la Cultura Guasave correspondiente a los hallazgos del Dr. Ekholm en el Sitio 117, siempre será válido proponer que su influencia socioeconómica pudo haber trascendido hacia Guasave durante el florecimiento de este centro cultural, como punto de convergencia comercial como propone Carpenter, quizá en el período transcurrido entre 1450, umbral proximal de la Cerámica Guasave y 1519, inicio de la invasión hispánica a los dominios aztecas.

     Es concepto generalmente aceptado que los conquistadores españoles del siglo XVI conocieron bajo el nombre de Petatlán al área donde se asentaba la tribu indígena guasave; “... El padre Gonzalo de Tapia se fue a Ocoroni y el padre Martín Pérez tuvo a su cargo El Opochi y los pueblos de Cubiri, Bamoa y Petatlán...”(5). Actualmente la ciudad de Guasave, Sinaloa se encuentra ubicada en parte de esta zona. Con el mismo nombre se designaba, asimismo, el río sobre cuyas márgenes se asentaban diversas poblaciones prehispánicas entre las que se pueden citar Tamazula, Nío, Bamoa, Cubiri, Opochi, Baburía, Bacubirito. Esta corriente fluvial fue denominada "Río Sinaloa" por el capitán don Pedro de Montoya a partir del 30 de abril de 1583 fecha misma que el férreo conquistador fundara el Presidio de San Felipe y Santiago de Sinaloa; población donde más tarde (1591) se asentaría la primer misión jesuita del noroeste, sobre las márgenes de la  citada corriente fluvial(6).

     Partiendo de que el vocablo náhuatl "petatl" (petate), se traduce unívocamente como "estera de palma tejida", y "tlán" es un sufijo locativo, no hay duda que el toponímico Petatlán tiene el significado de “Lugar de Petates(7). Es muy importante hacer notar que una de las variantes de los petates, que se tejen con tiras de carrizo y no de palma, servían comúnmente (y todavía son utilizadas en poblados rurales de Sinaloa) como paredes en las casas habitación; sin embargo el uso de este material en las construcciones no fue una característica específica de los pobladores yoremmes (cahitas) del valle actual río Sinaloa sino de todos los pueblos de origen mayo que habitaron el territorio del Sinaloa prehispánico(8).

     Ahora bien, como una consecuencia de las excavaciones arqueológicas en la zona de Guasave, y el trabajo de Carpenter en su re-análisis del conjunto mortuorio desde una nueva perspectiva político-económica de los sistemas de intercambio establecidos sobre el modelo azteca-pochteca, partiendo del informe sobre las piezas arqueológicas extraídas por el Dr. Gordon F. Ekholm al excavar en el Sitio 117; se contempla la posibilidad, que este nombre pudiese derivar de la raíz "petla" (caja), y no "pétatl", (estera de palma).

     Entrando en la segunda parte de nuestra propuesta debe hacerse hincapié dentro de este contexto, en la frecuente distorsión fonética y gramática de los toponímico y patronímicos indígenas por parte de los soldados españoles que participaron en la conquista del continente americano. Este fenómeno lingüístico puede ser tomado como anillo de vinculación entre las deformaciones provenientes de la ignorante soldadesca peninsular que proyectaba, en forma de desprecio, su incapacidad para comprender las lenguas autóctonas habladas por los pueblos dominados y la forzosa entronización del castellano que aceleró artificialmente el proceso de transculturación de las civilizaciones sojuzgadas durante las conquistas hispanas en los siglos XVI y XVII.

La falta de respeto y comprensión a que nos referimos fue una norma general la cual originó que muchos de los nombres tanto de poblaciones y accidentes orográficos e hidrográficos como de personajes del mundo de la literatura, política, religión y ciencia prehispánicas, fueran transcritos y citados en actas, cartas de relación, documentos y relatos históricos, distorsionados bajo grafías que alteraban el vocablo original y que por lo tanto no reflejaban con  exactitud las etimologías que constituían sus referentes. Esto ocurrió quizá por dificultad para pronunciar la compleja fonética de los idiomas nacionales o tal vez por incapacidad de apreciar su riqueza gramatical: recordemos el eufónico toponímico Quauhnáhuac cuyo poético significado:"lugar cerca de los bosques"(9) fue sustituido por “Cuernavaca”, de zafias reminiscencias.

 No es necesaria una gran imaginación para comprender que la ruda soldadesca peninsular privilegiaba fácilmente el vocablo "petatl: estera de palma", sobre la sutil connotación y difícil pronunciación de "petla: tomar con rudeza"(10) que como extensión se aplica al concepto de "tributo"; idea que, indudablemente, escapaba a la prosaica mentalidad militar poco enterada de la estructura socioeconómica de los pueblos prehispánicos. Al amparo de estas  reflexiones, es fácil llegar a una conclusión: a los soldados que integraban las tropas expedicionarias hispanas les fue muy cómodo trastocar el complejo vocablo petlatl por el de petatl cuyo uso era muy común en un lenguaje que comenzaba a hibridizarse en las hablas castrenses, pues los petates (petatl) constituían sus lechos habituales durante las campañas realizadas en la conquista de México.

     Sustentada en estas consideraciones, se propone la siguiente hipótesis: El nombre prehispánico de Guasave no fue Petatlán ("Lugar de petates") como suele afirmarse sino Petlatlán de petlatlcalli ("Lugar donde se almacenan los tributos")

BIBLIOGRAFIA

1.- EKHOLM, Gordon F. "Excavations at Guasave, Sinaloa, México” 1942

2.- CARPENTER, John P. "El Ombligo en la Labor, Nuevas Perspectivas del Sitio de Guasave”

3.- LEON PORTILLA, Miguel "Los Antiguos Mexicanos a Través de sus Crónicas y Cantares” FCE. 1977.

4.- ARMIENTA CALDERON, GONZALO "El Proceso Tributario en el Derecho Mexicano” Tesis Doctoral.

5.- RUIZ, ANTONIO "La Conquista de Sinaloa” (La Relación de Antonio Ruiz, 1583-1596). Anotada y comentada  por  el historiador don  Antonio Nakayama. COBAES/CEHNO A.C. 1992

6.- GONZALEZ, JOSE  "Historia del Presidio y Misión de San Felipe y Santiago de Sinaloa 1583-1769" COBAES 1998

7.- OLEA HECTOR R. “Los Asentamientos Humanos de Sinaloa”. UAS. 1980.

8.- BUELNA, EUSTAQUIO  “Compendio Histórico, Geográfico y Estadístico del Estado de Sinaloa, 1877” Reimpresión. U.A.S.

 9.- CABRERA, LUIS “Diccionario de Aztequismos”.

10.- SIMEON, Rémi. “Diccionario de la Lengua Náhuatl o Mexica”  Ed. Siglo XXI, 1977.

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